Una historia de Halloween

Se cumplió un mes y había que celebrarlo. Bueno, en realidad ese no fue EL motivo, pero con varios del curso fuimos la noche del martes -de Halloween- a un restaurant del Casco Viejo a comer y darnos un momento de buena vida...

La idea era comer carne argentina... pero nos quedamos en eso, la idea. Era muy caro... decían que costaba entre 35 a 40 euros por cabeza.

Por ello, finalmente fuimos a un lugar que tenía un nombre relacionado a las viñas (1). Allí pedimos tapas a destajo y yo de fondo escogí una merluza koskera (2). Quedé "Jennifer", como diría mi ex jefa.

Cuento corto, el miércoles no quería comer nada y sentía naúseas. Luego, a esa desagradable sensación se sumaron escalofríos y dolor en la cabeza y hombros... me empecé a preocupar. Me acomodé en mi almohada y sin más esperé que el jueves todo pasara.

Pasó el jueves, a eso de las 00:30 am, pero no de la manera que esperaba. Y desde ahí una y otra vez. Mi estómago se manifestaba como hacía tiempo no le veía. Me acordé de la bondad de Fundación Carolina y acudí a la Clínica Universitaria para que me curaran...

Me sacaron sangre, me pusieron suero y me depilaron la mano (esto último fue lejos peor que mi dolor de guata) ¿Diagnóstico? Gastroenteritis aguda.

En realidad pensé que podía ser peor. Y desde entonces he bebido agua y he comido... (acentúese aquí) "hoy", arroz con pollo, lo que, en realidad, no me ha caído tan bien...
Ni Michael Myers podría haber pensado un drama tan horroroso para Halloween.

(1) No diré más para no hacer mala publicidad, porque no sé si mi suerte fue culpa de la cocina o de mí glotonería.

(2): Dos merluzas cocidas al vapor acompañadas de algunos mariscos, entre los que reconocí camarones, servido todo como una sopa en un plato de greda