Trece, catorce, guince. Sí, esguince
El sábado pasado no fue la excepción –así como tampoco lo fue el anterior en el que jugamos en una cancha absolutamente cubierta de nieve, pero lamentablemente no andaba con la cámara de fotos…- y luego de marcar varios goles, ejem (léase carraspeando o con tos), doblé dos veces mi tobillo derecho, logrando lo que nadie quiere… un esguince.
Al segundo doblez sentí un “tironcillo” que en menos de una milésima de segundo me hizo recordar la última vez que tuve yeso, producto de la misma lesión.
Fotos: Arriba, mi tobillo izquierdo sano. Abajo, mi omóplato derecho con mermelada de mora...
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